PREGÓN DE LAS GLORIAS DE MARÍA 2003. Carlos López Bravo
Santa Iglesia Catedral.
Proemio: El ángel del Señor anunció a María.
El Angel del Señor anunció a María.
Todas las glorias tienen hoy cabida en tu figura. Toda la historia de la salvación arranca del misterio que te da nombre. Aquella casa humilde de Nazareth, arropada hoy por una moderna y grandiosa Basílica, fue testigo del mensaje de amor más trascendente de la historia. También tus cofrades supieron recrear aquel recinto sencillo, entre los muros de una parroquia nueva nacida para servir a una barriada trabajadora. Y allí entronizaron tu Imagen, como fiel espejo de aquella aldea remota de Galilea. Y en este día gozoso para tu hermandad, cuando ya se acumulan estrenos de itinerario que parecían imposibles, encuadres de naves catedralicias que se antojaban fantásticos, repiques de la Giralda que han sonado a gloria, déjame decirte, Señora de la Anunciación, que no solo cautivaste a tus hijos de Juan XXIII. Porque, aunque sean tus hermanos los que encontraron el calor de la religiosidad cofrade en torno a tu Imagen, hoy has vuelto a traspasar la cerca de tu ciudad milenaria. Porque, en esta mañana de mayo, lo que verdaderamente has traspasado, con tu belleza y finura, ha sido el corazón mismo de esa ciudad antigua que acuñó la mejor tradición y el abolengo cofrade. Un resplandor rompe el alba,
Dios te Salve, Ave María,
Y al saludo de Gabriel
Un resplandor rompe el alba,
I. LA CIUDAD DE SANTA MARÍA. Reverendísimo e Ilmo.Señor Vicario General del Arzobispado
de Sevilla.
Cuatro jarras de azucenas proclaman su misterio desde la más alta azotea de la ciudad. Una Fe victoriosa girará al compás del viento dominante, dirigiéndose con su palma hacia uno de esos cuatro puntos cardinales por donde se acrecienta una misma pasión mariana. Es igual: señale al norte o al sur, a levante o a poniente, mil nombres, mil advocaciones de Santa María nos esperan detrás de cada torre, de cada muro, de cada espadaña. Subid conmigo al más hermoso alminar almohade, el que Hernán Ruiz supo coronar como sublime campanario de la gracia, y desde allí podréis contemplarla en sus ya amplísimos contornos: es la Ciudad de Santa María. Ni el Belén de la Natividad, ni la Jerusalén de la Pasión, ni la eterna Roma de grandeza vaticana podrían soñar en alcanzarla. Porque si Andalucía entera es Tierra de María Santísima ninguna como ella en ese delirio de amor, en esa presencia firme y constante de la Virgen en el corazón y la vida de una inmensa mayoría de sus hijos: Salve Madre, en la tierra de tus amores,
Yo quisiera que las palabras de este pregón, alcancen o no finalmente vuestra benevolencia, sean sobre todo testimonio de ese amor que aprendimos de nuestros padres. Dejadme ser, en la torpeza de mi palabra, un portavoz ilusionado de las nuevas generaciones cofrades que quieren dejar escrito un nuevo capítulo en esa gloriosa historia hispalense de amores a la Virgen. Nos sentimos responsables de preservar un legado de creencias en un marco de bellísimas formas y tradiciones. Pero nuestra fe viva tendrá que alumbrar un entorno de tibieza religiosa, y, en ocasiones, de materialismo ciego. Hoy estamos llamados, más que nunca, a dar autenticidad a nuestro culto, y a profundizar nuestra vida espiritual y nuestro compromiso social, haciendo de nuestras hermandades un cauce específico para vivir como verdaderos cristianos. Consciente de ello sólo quiero invitaros a recrear esas
vivencias, reviviendo cada momento emotivo, cada ilusión renovada,
en ese tiempo que la sabiduría de nuestro pueblo quiso dedicar a
las Glorias de María.
II. TIEMPO DE PASCUA FLORIDA. Despuntan esas glorias con las primeras rosas de abril, en la Pascua florida que despierta cuando aún está humeante la cera de nuestros pasos de palio, cuando aun se deshojan los efímeros techos de farolillos en las márgenes de Tablada. Nacerán las procesiones de gloria en el corazón mismo de la ciudad, en aquel altozano que quedaba aislado en las grandes arriadas del Guadalquivir, y que fue nuestro núcleo de origen en la época turdetana. Es ese enclave al que aún subimos los sevillanos por nuestra única cuesta: la del Rosario. La Salud, la Alegría y el Auxilio de los Cristianos... Tarde de mayo en la Alfalfa, a la sombra de los castaños de Indias. Cuatro ángeles hieráticos hacen guardia por la Alcaicería, mientras se sonríe un niño chato y travieso. Que ese día dicen que vuelve a brotar en San Isidoro el pozo de aguas cristalinas que nos devuelve la salud perdida: Eres pozo de agua viva
Apenas transcurran unas jornadas habremos de bajar por Conde Ibarra, por donde corre el muro divisorio de la antigua aljama, para encontrarnos con la serenidad de otra imagen de singular majestad. Dicen que nos vino del oriente, y hay sin duda un sello oriental en esa elegancia que derrama desde su altivo y sencillo paso, diseñado para esquivar con pericia la calle de los Céspedes, la esquina de Levíes, la angostura de Vidrio o el portalón neoclásico de San Bartolomé el Nuevo. Trama urbana de una Sefarad perdida, que hoy devuelve el eco de aquel primer rosario público que se cantara hace trescientos años en honor de la Madre de Dios: Medianera Universal,
Y bajando a la ronda tendremos otra cita ineludible. Será en la Trinidad, donde encontraremos viva la herencia de aquel santo sacerdote de Turín; el que supo aunar la educación de los jóvenes con la devoción mariana, la doctrina social de la Iglesia con la participación católica en las tareas públicas. Es el amor que la familia salesiana sembró un día entre los talleres de una incipiente industria, junto a las huertas trinitarias, y que terminaría germinando por toda la ciudad: Celestial Auxiliadora,
Entre los naranjos de la plazuela de Santa Marta despediremos el mes de las flores ante la Pura y Limpia del Postigo. Los barrios de Nervión y de la Voluntad, replicarán en fervores a María Auxiliadora, que se hizo juvenil hermosura con las salesianas, para sentarse luego al calor de una tertulia con sus vecinas de Triana. Y el parque Alcosa revivirá tardes de primavera vencida en torno a su hermosa y doliente Virgen de los Desamparados. Pero Mayo habrá sido también ocasión para santificar la festividad del trabajo; y que mejor que hacerlo al sevillano modo, como lo hará San José Obrero al son de la trompetería, por las calles de un barrio que también late con la hermosura de su Virgen de los Dolores. La devoción escondida de las hermanas de la Cruz. Este mes de mayo de 2003 quedará grabado por siempre en nuestra memoria colectiva. Hace tan solo unos días que su Santidad el Papa ha refrendado entre nosotros una orla de santidad siempre intuida. Aun permanecen entre estos mismos baquetones y nervaduras los ecos de la primera liturgia oficial a la nueva santa, la emoción desbordada y el gozo íntimo de los más puros sentimientos del pueblo. Pero yo quisiera hoy volver a buscar esa capillita pulcra que se esconde entre San Pedro y San Juan de la Palma, y remontarme a cualquier mañana de invierno, cuando hasta el sol se recata al traspasar las celosías de madera para comprobar el perfecto estado de revista en que la madre sacristana está dejando los altares y hornacinas. Allí, tras la urna que protege su cuerpo incorrupto, y en un breve retablillo, donde la austeridad es rayana de la pobreza, encontraréis la devoción más íntima de las hermanas de la Cruz. Qué buen ejemplo para nuestras hermandades esta congregación de tocas blancas y velos negros, que se reconoce a distancia por el sello de la caridad y entrega, sin que ello suponga escatimar nada de lo relativo al culto y ornato de la Virgen. Porque todo es poco para Ella. Sólo así puede explicarse esa paradoja de la ausencia de signos externos de ostentación o riqueza en la congregación, y el esplendor que rodea su imagen mariana. ¡Qué bien representa la devoción de las monjitas a la Virgencita de la Salud ese modo tan sevillano de querer a nuestra Madre del Cielo! : De entre todas las gloriosas
Y entre todas las gloriosas
Las devociones que se hicieron sevillanas. Se acerca la fiesta grande del Corpus, en la que volverán a refundirse los dos grandes amores de Sevilla sobre un manto de juncia, albahaca y romero. En la fachada plateresca de las antiguas casas consistoriales, la retama volverá a lucir sobre el bastón de alcaldesa de Santa María de la Hiniesta, patrona del Municipio desde el lejano voto de 1649. Todo es misterio en Ella: desde la persecución almohade que la condujo a Cataluña hasta su hallazgo entre retamas persiguiendo una perdiz; desde la puerta tapiada en San Julián para impedir otra inoportuna salida, hasta la leyenda que proclama con orgullo su linaje: "Soy de Sevilla, de la puerta que conduce a Córdoba". Pero no sólo la Hiniesta insistió en ser sevillana. Las glorias hispalenses asumieron muy pronto antiguos fervores de la patria hispana. Ahí tenéis a Valvanera de la Rioja, acunada en San Benito de la Calzada por los mismos monjes benedictinos que la vieron nacer a orillas del Najerilla, mil kilómetros más arriba. O al Pilar de Zaragoza, Patrona de España, venerada en San Pedro en imagen de deliciosa ingenuidad dieciochesca. O a la extremeña Virgen de Guadalupe, cobijada en el sagrario del cenobio franciscano de San Buenaventura, que parece encerrar en su claustro de Carlos Cañal la placidez de la serranía de las Villuercas... Andalucía entera traerá a su capital los paisajes con
los que aprendió a venerar a María: horizontes lucentinos
del santuario churrigueresco de la sierra de Aras, para la Virgen de Araceli.
Jara y lentisco del monte egabrense para la Virgen de la Sierra. Roquedales
de sierra morena para la Virgen de la Cabeza, embajadora de la Alta Andalucía
en las orillas anchas del Bajo Guadalquivir. Pinares de fuentepiña
y esteros del río Tinto para la Virgen de Montemayor. Encinares
para la Virgen del Prado de Higuera de la Sierra. Lomas de olivos para
Guadalupe de Úbeda. Olas azules del mediterráneo para la
almeriense Virgen del Mar...
Y marismas abiertas para sus hermandades del Rocío... Porque los títulos rocieros de Sevilla no son precisamente de ayer por la mañana: desde 1813 nuestra ciudad venera públicamente y en hermandad a la Blanca Paloma. Hasta las mismas orillas del Guadalquivir llegaron entonces las aguas desbordadas de amores del arroyo de la Rocina. Desde aquel día, Triana ha sido norte y guía de la devoción rociera, y se siente orgullosa embajadora de una corte que está en Almonte. No en vano su hermandad, tal como afirmara el ilustre palmerino Manuel Siurot, ha sido siempre el "mejor cartel en la mejor esquina del mundo". Pero Triana no sólo nos enseñó a enamorarnos de la mirada baja de la Virgen. Triana ha sido madre y maestra de la singularidad rociera. Así lo demuestran los dos grandes tesoros que ha legado a la historia del Rocío: Su carreta de plata, paso de palio peregrino de los caminos... Y su simpecado: relicario de nuestras alegrías y
nuestras nostalgias, espejo de la Madre engarzado en tisú verde
manzana y recamado en oro. Retablo mayor para esa liturgia sin igual que
se celebra cada año en Marlo, los Playeros, la Raya Real, Matasgordas
o el Pinto, cuando el lubricán de la tarde parece adormecer a los
pinares del camino.
Pero decir Rocío será también pronunciar su sonoro nombre: El Salvador, fervor de familias apiñadas en el corazón del casco antiguo, al calor de una preciosa réplica de la Blanca Paloma. Y en Pentecostés, verde esperanza para otro simpecado de tronío, filigranas de plata para otra portentosa carreta: en ella se van al camino los mayores fervores de Sevilla. Y Rocío serán también Tiro de Línea
y Cerro del Aguila, juvenil vitalidad de barrios trabajadores que
asumieron como propia la semilla rociera. ¡Qué elegancia rezuma
la ciudad hasta en sus brotes más nuevos! Y es Macarena: esplendor
inusitado de la más joven de las hermandades rocieras. Rocío
de San Gil: simpecado de filigrana donde los ángeles tocan la guitarra,
la flauta y el tamboril, acompañando una Salve eterna a la
que es causa de nuestra alegría, la que llena nuestras vidas de
Rocío vivificador y de Esperanza.
III. BRISAS DEL ESTÍO. Cuando vuelven las carretas apenas quedan unos días para la festividad magna del Corpus Christi. Y tras ella se inicia un largo período donde el rigor del clima y la cercanía de la costa parecen aliarse en favor de un mayor intimismo, de un retorno a la vecindad tranquila de pretéritas décadas. Las noches estrelladas del primer verano nos traerán a las calles la devoción a los Sagrados Corazones de Jesús y de María. Hoy no se entendería el barrio de Nervión sin la presencia de su Señor, esa devota Imagen del Sagrado Corazón en la que Illanes sintetizó magistralmente la reciedumbre del verdadero hombre con la unción sagrada de la divinidad. También la ciudad del sol parece transformarse cuando el Inmaculado Corazón de María sale a prender la llama del amor en su barrio y el entorno de su colegio. Porque es la Virgen claretiana la que mejor nos sigue hablando, entre los naranjos de Heliópolis, de misioneros heroicos, de mártires por la fe, de vocaciones dedicadas con carisma a la enseñanza. La Flor del Carmelo. Hay un nombre de María que repiten a porfía hasta las olas del mar. Su estela llegó a nuestro puerto, navegando río arriba, como galera de Indias impulsada por la brisa de poniente. Por eso, cuando llega su fiesta, la ciudad ansía los mares, porque querría tener también una alfombra de arenas, un paseo de olas para embarcarse con su Virgen del Carmen. Por eso añora Sevilla poder reflejarse en las aguas del Atlántico, acercarse al perfil estival de sus ciudades hermanas: a las espadañas gaditanas del Carmen en la Alameda Apodaca, a la blancura humilde de la capillita de Bajo de Guía, a la salinera claridad de San Fernando. Y sueña, en fin, nostálgica, con las riberas abiertas del gran río, y con el esplendor del puerto americano que se fué. Pero aquella advocación, tan vinculada a las gentes de la mar, perdurará por siempre en las entrañas de un barrio que a pesar de estar varado varias millas tierra adentro, fue orilla del océano. Así lo canta a los cuatro vientos la atalaya alfarera del Altozano: Ya no hay mar, ni marineros
Ya no hay carga en tu Arenal
Pero en el faro del puente
Signo universal de salvación será el escapulario carmelita. Señal inequívoca de Dios como aquella pequeña nube que vislumbró el profeta Elías, y que al convertirse en lluvia torrencial que acabó con la sequía afianzaba el pacto del Dios de Israel con su pueblo. Por eso en la tradición carmelita María será también esa nubecilla que sube del mar, pequeña y delicada, que nos trajo la fecunda bendición de Dios. Tal vez por ello los sevillanos intuimos que su misterio debía venerarse con simplicidad, adornado con esa paradójica majestad que tienen las cosas humildes. Y así lo hizo San Gil, donde el Carmen será palmera de Sión que mece su figura envuelta en la humildad de un escapulario y un manto blanco liso. Y San Leandro, donde el calor de su nombre dio razón de ser a una barriada trabajadora. Y en el Santo Angel, que sacó a las calles todo el intimismo del claustro conventual. Por esa misma sencillez heredada del Carmelo la gente de la antigua laguna, aquella Alameda renacida del río, te idealizó en juventud eterna en la Capilla de la Cruz del Rodeo, hoy a punto de cumplir los quinientos años. Y en esa misma dulzura infantil te soñó Gutiérrez Cano, para una hermandad que te trajo desde el carmelo de Santa Ana y acrecentó tu devoción bajo las ojivas de Santa Catalina: ¡Ay Virgencita del Carmen,
Tú serás siempre la lluvia
Tú serás siempre el timón
Llévanos Madre del Carmen
IV. POR QUIEN REINAN LOS REYES. Agosto gira en torno a la mañana de la Virgen. Habrá ajustes en el calendario de vacaciones para hacer posible la presencia el día de la fiesta. Vendrán luego las tardes previas de novena, abanicos a destajo y coplas y salmos a compás. Mañanas de besamano, para venerarla familiarmente, en un rito antiguo entre aderezos de coral o de amatista. Madrugón ilusionado en el Aljarafe y los Alcores, con aires de peregrinación festiva, reivindicativa ante el pueblo capitalino de los mismos títulos de sevillanía que ostenta la provincia. Y al fin la cita de los tres favores rituales, en esa gloria recreada a pequeña escala que es la Puerta de los Palos cada quince de agosto, cuando las veinticuatro campanas mayores de la Giralda y las campanas de la Encarnación acompasan el paso medido de la procesión de tercia. Por Ella Reinan los Reyes. Por Ella suspira todo un pueblo: ¡Cuanta historia nos contempla en la mañana grande de la Asunción! Desde su sillón de carey y plata su sonrisa enigmática volverá a descubrir la ciudad emblemática que Fernando reconquistó del Islam. A sus plantas un bastón de alcaldesa testimonia esos ocho siglos ininterrumpidos de fe y piedad mariana... Una de las más hermosas leyendas vivas de esta Santa Iglesia Catedral nos habla de breves pisadas misteriosas en sus frías y solitarias madrugadas. Dicen que corretea. Que se escurre entre las rodillas de su madre y que gatea para bajarse de las altas gradas de la Capilla Real. Al día siguiente las camareras, habituadas al perfeccionismo, percibirán algo extraño: una arruga en el vestido, tal vez alguna suciedad, algún pequeño roce en las recortadas suelas de sus zapatitos de niño. Al tiempo, alguien comentará con reserva la rápida y prodigiosa solución de algún problema tortuoso o complicado. ¡Cuantas gracias deberá Sevilla al pequeño Rey de Reyes! ¡Cuantos favores recibidos de este rubicundo Jesús - sevillano hasta la médula-, aunque parezca escapado del parteluz de una ojiva de Rouen, Chartres o cualquier otra catedral francesa! Otro de los relatos hermosos de la tradición se remonta hasta los lejanos días del asedio a la cerca musulmana, cuando una flecha enemiga entró en la tienda real. Pero aquel proyectil desvió su trayectoria, impactando no en el monarca sino en el manto de la Virgen. Fue entonces cuando el rey santo, queriendo remendar con sus propias manos tan injurioso destrozo, se hizo sastre para poder servir a Aquella por la que los reyes reinan. Aun en nuestros días, en San Ildefonso, aquel relato se mantiene vivo, gracias a los herederos -en oficio y devoción- de aquellos maestros alfayates del rey Fernando. Y hoy se afanan por concluir una nueva y singular tumbilla para que su hermosa Imagen, vicaria de la fernandina, vuelva pronto a reencontrarse con la brisa y el paisaje de la ciudad de sus amores.
Ya huele a cosecha en las fértiles tierras de la vega y a pisada de uva en el Aljarafe: se abre un nuevo curso. En la diversa y rica realidad de las hermandades de gloria pronto encontraremos goces nuevos. Como el renacer de la Esclavitud de la Encarnación, fusionada con la Sagrada Cena, que volverá a procesionar a una Virgen de singular empaque: ¡Ya sueña Sevilla con la nueva rosa de los Terceros! Pero si la salida procesional es culmen de una llama de devoción latente a lo largo del año, no por ello deja de haber singularidades. Incluso las hermandades que renunciaron expresamente al esplendor externo: ved ahí la hermandad de Nuestra Señora de la Antigua del Salvador, cuyo presupuesto, exclusivamente dirigido a socorrer a los conventos de clausura, constituye la mejor versión cofrade del óbolo de la viuda. En San Esteban, en cuyas ojivas se hermanaron el mudéjar y el gótico, la luz del mundo encontró su mejor faro de amor, y aquel delicioso Niño el regazo tierno de María Inmaculada. Virgen de la Luz, que viviste exilios en aquel palacio donde Sevilla respira aires de Roma andaluza. Lucero de la Puerta Carmona, ¡alumbra por siempre el camino de nuestras vidas!. En la Alhóndiga volveremos a implorar a Santa Lucía que
conserve la cálida luz de Sevilla en nuestras pupilas. Y en el Juncal,
una barriada demostrará hasta que punto puede sevillanizarse una
devoción extraña: ¡Quién te diría -Virgencita
románica del Juncal- llegada de lejanas tierras del cantábrico,
cuando cruzas en volandas tu feligresía!.
Y septiembre se hará finalmente mercedario en ese hermoso periplo que conduce cada año de la Capilla del Museo a la de la Puerta Real. Desde la antigua Casa Grande de la Merced calzada hasta la Puerta de Goles, donde se alza una breve capillita de ventanas siempre abiertas, como su corazón de Madre. Yo conocí desde niño la hermosura de tu menuda figura, la fragilidad de las manos con las que derramas tus gracias a los que somos pecadores. Fue entre un verdor de naranjos, a la sombra de centenarios magnolios; yo iba de la mano de mis padres, que me enseñaron desde muy chico a quererte en cualquiera de tus nombres. Y al verte tan menudita y tan niña, Virgencita de la Puerta Real, fuiste para mi aquella misma Virgencita que velaba mis sueños al pie de la cama. No he faltado nunca a esa cita anual. Por eso sé bien que al final de mis días te tendré de intercesora: Te conocí desde niño
Mercedes de nuestro amor
Aires de Puerta Real
Volveré a verte este año
Y cuando caiga la tarde
VI. PASTORA DE NUESTRAS ALMAS.
En el historial de amor mariano de Sevilla aflora un mérito singularísimo: haber acunado una devoción, un título y una fiesta propia de la Virgen, y haberla transmitido a la Iglesia universal. Se cumplen gozosos trescientos años de la fundación por fray Isidoro de la primitiva hermandad pastoreña, en la Parroquia de San Gil. Tercer centenario de aquel sueño celeste que nos descubrió a María con sombrero y pellico, pastoreando a su grey con su cayado de amor. Y aquella visión del venerable capuchino se transmitió de boca en boca, hasta alcanzar la ciudad entera y su antiguo Reino, y pasar desde allí a ultramar. Hoy persevera esa devoción, siempre reverdecida -como los olivos de nuestra tierra- en el cariño de sus hermandades. Oliendo a monte bajo, con sabor campesino, con el pintoresco colorido de esos cuatro riscos que la ciudad mantiene como rústicos tronos para la Madre del Buen Pastor: Cuatro riscos florecidos,
Capuchinos Capuchinos nació en la antigua huerta
Y venera Capuchinos a una Reina
¡Pastora celestial de Capuchinos,
San Antonio. San Antonio se asienta en el silencio
Y un zagal corretea en la pradera
¡Pastora celestial de San Antonio
Santa Marina
Que allí se asentara la primera
Y honra su hermandad a una princesa
Hoy la tarde remansa su cadencia
¡Primitiva Pastora de Sevilla
Santa Ana se hizo pastoreña
Y venera Santa Ana una Pastora
Hoy suspira la tarde de septiembre
¡Pastora celestial de Santa Ana
Cuatro riscos florecidos,
Venid juntos pastoreños,
Venid juntos pastoreños
Venid juntos pastoreños
VII. CON LAS CUENTAS DE UN ROSARIO.
Un octubre permanente vivimos en la Iglesia Universal. El Santo Padre, en su Carta apostólica Rosarium Virginis Mariae, nos llama este año a revitalizar esta antigua y universal oración de la tradición cristiana. Pero esta ciudad siempre supo valorar cuan grata era la devoción rosariana en el seno de la Iglesia. Rosario en Triana Porque decir Rosario es decir Triana. Poso de siglos a la sombra de la torre de Santa Ana, semanalmente revivido en esa Salve a Madre de Dios, con la que culmina la misa del mediodía. Sabia nueva entre los naranjos del barrio León. Yo quisiera bordar ese último escudo de amor que falta en la malla de los respiraderos de Madre de Dios del Rosario, donde todos los capataces y costaleros de Sevilla se hacen hermanos bajo las trabajaderas, que uno sólo es el amor a su Patrona: Capataces, costaleros:
Pero decir Rosario será también decir abolengo histórico
que lucha por perpetuarse: Rosario de San Marcos que renació en
San Julián, con la belleza más morena y castiza de
María. Rosario del Dos de Mayo, con el fragor de las Aguas. Rosario
de Santa Catalina, rescatada para la ciudad por el fervor de los hermanos
del Carmen. Rosario de San Vicente, radiante gracias a las Siete
Palabras. Rosario de San Pablo, dulzura dieciochesca de Cristóbal
Ramos para la Señora de la Orden de Predicadores en esas dos preciosas
imágenes gemelas: la de talla, que conserva la hermandad de Montserrat
y la de candelero que atiende la Sacramental de la Magdalena...
Y no muy lejos de allí, en un rinconcito escondido de la calle
Torneo, la devoción rosariana se mostrará claramente
como el instrumento devocional familiar y sencillo del que nos habla el
Papa:
la de la dulce mirada, la de la verdad sencilla, la de la humildad a ultranza, ¿Quién puso el candor divino
Rosario de los Humeros,
¿Quién cuida con tanto celo
Fue tu hermandad fervorosa,
Rosario de los Humeros
Y al dejar las Capuchinas
Que al ver tu verdad sencilla
Rosario de los Humeros,
Rosario macareno. Pero quisiera ahora hablaros de otro Rosario que simboliza el esplendor de la devoción. Quiso la providencia que aquel popular barrio de hortelanos y comerciantes llegara a acoger en su seno uno de los más célebres santuarios marianos de la Cristiandad: la Esperanza se hizo madre en octubre, y hubo fiesta grande por el Santo de Israel. Hoy, aquella Virgen de sonrisa amable que tantos años presidiera el altar mayor de San Gil, comparte oraciones y promesas con la Reina de Sevilla. Pero sigue habiendo un día en el calendario - el día
en que los macarenos celebramos la Función Principal de nuestro
Instituto- en que todo vuelve a girar, como antaño,
en torno a esa doncella que vela el sueño tierno del Señor:
Rosario de San Gil, flor macarena
Oloroso jazmín, pura azucena
Hoy renace nuestro rito centenario:
Y vendremos a rezarte con anhelo,
VIII. ESPLENDORES DE NOVIEMBRE. Avanza el calendario: se conmemora a los que se fueron junto al Señor, y se presagia el Adviento. Está terminando un ciclo y aún quedan por abrirse dos rosas sin igual en los jardines de Sevilla. Se dirían dos joyas preciosas que fueron hechas ex profeso para lucir en una sola presea. Porque fue una misma y magistral gubia -la del flamenco Roque Balduque- la que dió vida a esas dos versiones, barrocamente asimétricas, de una misma maternidad divina. Venid primero al Omnium Sanctorum, para encontrarnos con su presencia. En esa calle ancha que pervive desde la Edad Media como camino y mercado, comprenderéis pronto que todo gira en torno a Ella: Un baldaquino de oro
Un paso de filigrana
Y en la peana de ensueño
que ya alejó los peligros
Por Palacios Malaver,
Regina Omnium Sanctorum
Guárdanos de todo mal,
¡Reina de Todos los Santos
Y venid luego a la Magdalena, la que heredó la magnificencia de la Casa grande de los dominicos hispalenses. Un rayo de sol traspasará los vitrales del crucero en la mañana íntima de la fiesta del Patrocinio. A eso de las diez y media el astro de vida bajará puntual a encender la belleza de su rostro y del de su Divino Hijo, participando así en la más hermosa protestación de fe en la mediación universal de nuestra Señora. El que os habla tiene la dicha de haber recibido el bautismo en la pila de la parroquia, y de haber sido ofrecido, con sus cortos días de vida, ante la presencia de la Virgen. El Amparo es, para mí, recuerdo entrañable de mi primera infancia, devoción de mi padre, que me transmitió fortaleza en la fe; oración de mi madre, que me enseñó a rezar, y sonrisa amable de mi abuela, que me sostiene orgullosa en brazos, en aquella mi primera fotografía ante la Virgen. Por eso hoy le canta mi corazón: Tú eres Reina de San Pablo
Tú eres Reina de San Pablo
Tú, que un uno de noviembre
Tú, que hiciste de tu nombre
Tú, que plantaste tu casa
Tú que llevaste tu trono
Que en tu corazón alado
¡Tú, mi Reina de San Pablo!
IX. SEVILLA INMACULISTA. Gozos de diciembre. Un pendón albiceleste ondea en la Torre fortísima: es el pregón de la fidelidad. Sevilla con la Inmaculada. Fiesta entrañable en una ciudad en la que arreció la defensa del misterio inmaculista, desde aquel famoso sermón del Convento de Regina en 1613. Aun faltaban dos siglos para la proclamación dogmática y la ciudad se entregaba sin reservas a defender el misterio, a venerar a la Doncella sin mácula, apenas intuida en su grandeza por los pinceles de Murillo y la gubia de Montañés. A cantar por las calles las coplas del padre Toro y Miguel del Cid. Cofrades de Sevilla: ¡conservad por siempre la copla que mejor refleja nuestro sentimiento!. Venid a entonarla, arropando a los seises, en tardes de la octava, mañanas de pontifical. Que no se pierda entre las nuevas generaciones aquella melodía que hizo enronquecer a nuestros antepasados, sabiéndose precursores de la misma Roma: "Todo el mundo en general, a voces, reina escogida, diga que sois concebida Sin pecado original". Privilegio singular de Dios omnipotente a su Madre, en atención a los méritos de Cristo Salvador, nos dirá la Teología. "Dios pudo, quiso, luego lo hizo", apostillará el pueblo. Razonamiento tan sencillo como la Pura y Limpia del postigo del aceite. Así lo entendió el Papa mariano, Juan Pablo II, cuando ofreció a la Virgencita del Postigo su tributo espontáneo de amor. Así guardaba la Divina Providencia el más sincero agradecimiento que la Iglesia universal pudiera tributar al fervor inmaculista de Sevilla. Por todo eso volveremos siempre a tí, oh, Madre Inmaculada. Porque Tú eres el más hondo sentir de nuestro pueblo y de nuestra Iglesia. Porque Tú eres el orgullo de nuestra raza: De los cielos azules de Sevilla
Traeré seises que alegren tu mirada
Ante tí dejaré mi alma prendida,
X. CANTO FINAL Antes de finalizar el pregón, permitidme una pequeña licencia que podríais considerar una concesión a la más intensa de mis devociones. Pero quisiera hacer de ella una llamada de atención hacia esa necesaria unión que ha de reinar entre todas nuestras hermandades, porque sólo unidas en el nombre de María pueden comprenderse las diferencias formales entre nuestras corporaciones penitenciales y gloriosas. Contemplad conmigo esas delanteras de nuestros pasos de palio, ¿no constituyen por sí un hermoso pregón glorioso de Santa María?: Vírgen del Pilar, de Montserrat, de Guadalupe de México, de la Caridad del Cobre, de los Reyes, del Rocío, de la Cinta, de Consolación, Pura y Limpia del Postigo,... sus miniaturas de plata y marfil nos anticipan alegría en plena celebración penitencial de la Pasión. Acudid ahora conmigo a los besamanos de nuestras Dolorosas en la tarde
de un ocho de diciembre y veréis de nuevo llorar a María,
cual paréntesis penitencial en los gozos del Adviento.
Y es que todo se relativiza en Sevilla cuando hablamos de María. Y hasta sus advocaciones romperán los esquemas litúrgicos del dolor y el gozo, para convertirse en requiebros intemporales de amor a nuestra Madre del Cielo. ¿No lo entendió así Madre Angelita, nuestra muy querida Santa Angela de la Cruz, cuando convirtió a aquella deliciosa Virgencita de la Salud en el icono predilecto de la nueva orden, sustituyendo a Jesús Niño por el leño de la redención?. Y decidme ahora hermanos ¿cuando empiezan las glorias de María? Tal vez con el intimista besamanos a la Virgen de la Alegría, en el Domingo grande de la Resurrección. Tal vez la oficialidad nos remita a este pregón que a todos nos ha convocado. Pero existe un anticipo que el pregonero ha vivido bajo una túnica nazarena. Es un momento que también se vive en la orilla trianera del río, y que refunde el fervor de la Pasión con el gozo exultante de la Pascua: Hay quien dice que las Glorias
Pero yo he visto la Gloria
Y como lo canta el pueblo
Que toda la Gloria empieza
Llega la hora de la despedida. Solo me queda agradeceros testimonios y vivencias compartidas con todos vosotros, cofrades de las glorias de Sevilla. Gracias a la Sra.Teniente de Alcalde Delegada de Fiestas Mayores por sus amables palabras de presentación y de aliento. Gracias por siempre al Presidente y a los miembros del Consejo General de Hermandades y Cofradías, que al confiar en este pregonero inédito, cuyo único mérito es ser cofrade desde la cuna, me brindasteis, cuando menos lo imaginaba, esta oportunidad única de expresar tantos sentimientos como tenía acumulados en las entrañas del alma. Sólo me resta llamaros a todos a vivir intensamente este tiempo singular que el Señor nuevamente nos concede, recorriendo cada barrio, cada templo, cada collación de esta ciudad. Yo quisiera ahora volver a subir a la Giralda y proclamar, en este punto y final del pregón, esos mil nombres o requiebros a María que iluminan por siempre los cielos de Sevilla. Mas como ello no es posible, como se hace preciso elegir un punto
y final para este pregón, permitid que mi último recuerdo
vuelva a aquella tarde de octubre, a las puertas de la Basílica
donde las murallas que levantó Julio César son frontera abierta
entre el dolor y la gloria. Allí encontré, en la edad
temprana, a la Esperanza de mis amores. Pero junto a Ella encontré
también la senda cierta de un Rosario de salvación:
El sol de octubre va languideciendo
Siete y media: rumor de anochecida
Hay un son que resuena en la espadaña
Ya se escucha tocar campanilleros
Y entre tanto delirio de hermosura,
Cae la noche al doblar la Resolana.
Decidle a las murallas que se abran,
Decidle a los hermanos que susurren
HE DICHO.
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