JULIO DOMINGUEZ ARJONA
Sevilla 7 de Febrero  de 2007

 

La celebración de la anual muestra de artesanía cofradiera Munarco, este año acogida en el chocante escenario del denominado Estadio Olímpico nos ha hecho retrotraernos con nostalgia a un acontecimiento anual que engalanó la Cuaresma sevillana durante tres décadas. No estamos refiriendo a la Exposición de Estrenos de las Cofradías que se celebraba en el Salón Colón del Ayuntamiento. Son varias ya las generaciones de cofrades que sólo han tenido noticia, muchas veces deformada por las interpretaciones tanto hagiográficas como descalificatorias, de este acontecimiento social y artístico del que este año se cumplen sesenta años desde su primera edición. Concretamente fue un 9 de marzo de 1947, cuando a iniciativa de don Antonio Petit García concejal del Ayuntamiento, este abría sus puertas para exponer en su magnífico Salón Colón, el más fastuoso de los espacios decimonónicos del mismo, una amplia representación de los enseres cofradieros que se iban a estrenar en la inminente Semana Santa. El objetivo de los organizadores era evitar el, para ellos inapropiado espectáculo de ver coronas, mantos e incluso imágenes sagradas expuestas en los escaparates de diversos comercios del centro histórico, tal y como era costumbre que las cofradías o los artesanos hiciesen hasta entonces.

Las cifras de visitas diarias superaron en esta primera edición las 3000 personas, sin duda una cifra muy elevada para la Sevilla depauperada de la postguerra. Este gran éxito de crítica y público de esta exposición en el Salón Colón animó a institucionalizar esta iniciativa por parte del Ayuntamiento. Recordemos que en esa época no existía todavía el Consejo de Hermandades y Cofradías, existiendo en su lugar una Comisión de Cofradías que era curiosamente un órgano de dependencia municipal y no eclesiástica.  

 

            

Para ponderar el estado de las artesanías cofradieras de aquella época de penuria económica con respecto a la actual de presunta bonanza, analicemos algunas de las obras que se estrenaron hace sesenta años y que podemos identificar en las dos fotografías que aportamos con ángulos contrapuestos del salón. En la primera de ellas descubrimos a nuestra derecha el inconfundible simpecado de La Amargura, obra magna de Guillermo Carrasquilla sobre diseño del recordado cofrade Luis Ortiz Muñoz y de su amigo madrileño Antonio Cobos. Sobre la mesa de centro un atril barroco sostiene un ejemplar de la primera edición del libro “Semana Santa en Sevilla” del mencionado Ortiz Muñoz con fotografías de Luis Arenas e ilustraciones del dibujante Antonio Cobos que se publicaba ese mismo año de 1947 y que ante el enorme éxito obligó a una rápida reedición al año siguiente sobre la que se realizó el facsimil por todos conocidos de 1992.

En una de las cabeceras de la sala otra de las joyas del bordado sevillano, las bambalinas de malla de oro del palio de la Virgen de las Aguas de Sobrinos de Caro. Esta Hermandad del Museo exhibía con orgullo otro estreno para su paso de Virgen, los maravillosos varales de Seco Velasco en cuyas bases figuran las efigies marianas patronas de diversas regiones españolas realizadas por Sebastián Santos. Distribuidas por el Salón Colón se encontraban, aparte de más ejemplares del libro citado para su consulta, muy valiosos enseres de otras quince hermandades de penitencia, entre los que figuraban curiosamente las potencias del Cristo del Soberano Poder y la Cruz de Guía de la Hermandad de San Gonzalo al que la riada de ese año impidió hacer su primera estación de penitencia como tenía previsto.

Tras veinte años de éxito la exposición de estrenos del Salón Colón fue languideciendo desde la segunda mitad de los años sesenta coincidiendo con la apertura de otra iniciativa frustrada, el Museo de las Cofradías de la que nos hemos ocupado en ocasiones anteriores. Ya en el presente siglo el Ayuntamiento, en este caso en un marco mucho más modesto como es el Salón Apeadero junto al Arquillo ha servido para mostrar estrenos señalados de las últimas semanas santas como el manto de la Virgen de la Angustia o el techo de palio de La Carretería.

 

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