La devoción mariana sevillana se encuentra expectante en estos días ante la cercanía de dos acontecimientos de culto externo. La tradicional romería en la aldea marismeña de Nuestra Señora del Rocío y la coronación canónica de Nuestra Señora de la Esperanza de la cofradía trinitaria.

Conjuntando ambos hechos, hemos recuperado unas antiguas fotografías de nuestra colección para ilustrar la coronación canónica de la Virgen del Rocío, que se llevó acabo el 8 de junio, Domingo de Pentecostés, de un lejano 1919. A diferencia de otras coronaciones marianas de la época llevadas a cabo en la metrópoli, el carácter rural y de muy difícil acceso entonces de la aldea almonteña, dificultó la presencia de periodistas y fotógrafos, escaseando los reportajes sobre la misma. 

Recordemos que en aquella época sólo habían recibido la distinción de la coronación canónica en la Virgen de los Reyes el 4 de Diciembre de 1904  y muy contadas imágenes marianas del resto de la geografía nacional como la Virgen de las Angustias granadina el 20 de Septiembre de 1913 y, la Virgen de  los Milagros  del Puerto de Santa Maria, el 8 de Septiembre de 1919 .

 

El principal impulsor de la coronación de la Virgen del Rocío fue el canónigo lectoral de la Catedral de Sevilla,  don Juan Francisco Muñoz y Pabón que publicó en la primavera de 1918 un famoso artículo en "El Correo de Andalucía" que logró movilizar a muchos rocieros de toda condición. En nuestra fotografía de hoy vemos a este recordado y orondo sacerdote, ayudando a Su Eminencia Reverendísima el cardenal don Enrique Almaraz y Santos, arzobispo de Sevilla, en la imposición de la presea a la Reina de las Marismas. Tengamos en cuenta que hasta los años sesenta la provincia de Huelva pertenecía a la diócesis sevillana. Los dos prelados, de espaldas se encuentran subidos a las antiguas andas de la Virgen del Rocío, que contaban entonces con ocho varales, a diferencia de los seis que sujetan su baldaquino desde 1934.  

Como fondo de la toma, vemos la explanada delante de la ermita, repleta de fieles, portando muchos de ellos sombrillas para librarse del sol de esa luminosa mañana de junio. Se calculó que unos 25.000 rocieros se dieron cita en la ceremonia (compárese con las cifras más o menos infladas de la romería actual), que fue seguida de una procesión triunfal de regreso a la ermita.

La celebración de esta ceremonia extraordinaria no fue óbice para que los rocieros tuvieran en ese año todos los actos habituales de su romería anual, esto es presentación de las hermandades el sábado, rosario el domingo y una nueva salida de la Virgen, ya con su nueva corona, por las calles de la aldea en la madrugada del Lunes de Pentecostés.