JULIO DOMINGUEZ ARJONA Sevilla 12 de Febrero de
2007
Compartíamos el lunes
con todos ustedes una muestra fotográfica de cómo era
la iglesia de San Julián antes de su bárbara destrucción
del 8 de abril de 1932. Nuestra entrega de hoy va destinada a ilustrar
los pormenores del incendio que todos los indicios apuntan a que
fue provocado escasos días después de la primera Semana
Santa celebrada (es un decir) bajo el régimen republicano. Fue
la Semana Santa en la que sólo procesionó La Estrella
que lo hizo el 25 de marzo, Jueves Santo. En ciertos ambientes de
los barrios obreros del norte y este de la ciudad, zona que se conocería
como "Sevilla la Roja", el hecho de que todas las hermandades de
la zona hiciesen causa común con el resto en su enfrentamiento
con el poder civil decidiendo no realizar la estación de penitencia
no gustó y durante la primera semana de Pascua se oían
comentarios y amenazas contra ellas.
Dos semanas después,
a las dos menos cuarto de la madrugada del jueves 8 de abril, empezó
a arder la fábrica de la iglesia de San Julián, al
parecer por varios puntos simultáneamente, aunque las llamas
más fuertes se localizaron en la nave de la Epístola y
la puerta de la calle Moravia que mostraron un fuego fuerte sugerente
de haber sido rociada con gasolina. Un joven que pasaba por la zona,
Teodoro García, fue el primero en percatarse y salir corriendo
hacia el cuartel de la Guardia Civil de la Macarena para dar cuenta
del incendio. Desde allí se avisó telefónicamente
a los Bomberos del puente de San Bernardo que se presentaron rápidamente
pero que fueron incapaces de detener el fuego pese a utilizar altas
escaleras dado que las bocas de riego de los alrededores del templo
habían sido inutilizadas con piedras, amen de que fueron mal
recibidos por el republicano vecindario marxista .-
Miembros de la joven Hermanda de Santa Lucia
con los restos calcinados de su Santa Tiular
Al amanecer, todavía
sin ser controlado el incendio, el heroico sacerdote Sebastián
de Ubrique acompañado por dos bomberos logró llegar
a el Sagrario para recuperar las Sagradas Formas y trasladarlas al
asilo de San Cayetano. Por contra fue imposible salvar de las llamas
a las imágenes titulares de la Hermandad de la Hiniesta,
quedando la imagen gloriosa reducida a un trozo de leño carbonizado
.-
La Dolorosa de la Hiniesta
también pereció recuperándose sólo su
estructura de candelero y perdiéndose para siempre sus maravillosas
facciones atribuidas a primeros artistas como Montañés
o Alonso Cano. La Hermandad de la Hiniesta perdió, así mismo,
casi todos sus enseres procesionales a excepción del manto
azul, guardados en un almacén anexo a la fábrica de
la iglesia.
Del retablo mayor y todo
el contenido del ábside y presbiterio no se salvó prácticamente
nada como podemos ver en nuestras fotografías. Sólo
los apliques laterales de hierro forjado que sostenían lámparas
votivas de plata persisten hoy día.
Desde el primer momento se
sospechó que el incendio no había sido fortuito. El
párroco, y el sacristán aseguraron haber apagado las
lámparas de aceite y las velas y desconectado el circuito
eléctrico como hacían cada noche. La presencia de varios puntos
de fuego distantes entre sí, la inutilización de las
bocas de riego y el encontrarse el alumbrado público de la
zona esa noche apagado apuntaban inequívocamente en esa dirección.
Pese a ello la versión oficial fue siempre la del suceso fortuito.
A los pocos días del incendio fue detenido un homosexual conocido
como "La Narda" que se autoinculpó inicialmente del mismo
para luego desdecirse ante el juez. Gracias a la perseverancia del
periodista tradicionalista Domingo Tejera de Quesada y a la casualidad
de un cruce de líneas telefónicas en julio de 1932 se
detuvo a los dos presuntos autores materiales de los hechos: Rafael
García Aguilar, alias "La Pinocha" y Antonio Lagares conocido
como "La Bizca", que hanbian sido detenidos en otras ocasiones como
conocidos activistas, por intentos de incendios en otros
templos
El juicio se celebraría
en junio de 1934, pidiendo el fiscal 4.000.400 de pesetas de indemnización
y penas de cárcel de trece años para el primero de
ellos al tratarse de un menor de edad y de dieciséis años
respectivamente. Un jurado popular absolvió a los acusados
por falta de pruebas fehacientes. Curiosamente el grueso de la indemnización
iría destinado a la Iglesia Católica, propietaria del
inmueble, estimándose tan sólo en 4.000 pesetas las pérdidas
de la hermandad de la Hiniesta.
Hay que destacar que
la fotografía que encabeza estas líneas está
tomada en 1936, más de cuatro años después del
incendio y nos demuestra como durante todo el periodo republicano no
hubo la menor intención de restaurar este valioso ejemplar de
iglesia mudéjar. Ni siquiera se completó el desescombro
limitándose las actuaciones municipales al tapiado de las
dos puertas exteriores. Una vez instaurado el nuevo régimen
se iniciaron las obras de restauración obligando las penurias
económicas de la inmediata postguerra a que estas obras no
se terminasen hasta 1946 en que solemnemente fue inaugurado, regresando
las nuevas imágenes del Cristo de la Buena Muerte y María
Santísima de la Hiniesta Dolorosa desde su sede provisional
en San Luis (
VER
)